miércoles, 19 de octubre de 2011

Teoria del conocimiento

David Hume pretendía llevar a cabo en la filosofía una tarea análoga a la que Newton realizó en la física, al establecer sus leyes fundamentales. En su “Tratado de la naturaleza humana” (1740), el pensador escocés aspira a elaborar un discurso científico que explique el funcionamiento de la naturaleza humana. De la misma manera que para Descartes era la filosofía, para Hume será la ciencia que estudia la naturaleza humana la que debe quedar bien fundamentada, pues en ella hunden sus raíces el resto de las ciencias: saber cómo piensa el ser humano, qué tipos de procesos estructuran su pensamiento, es una exigencia previa y fundamental para poder desarrollar un sistema completo de las ciencias. De ahí que su teoría del conocimiento resulte el eje central de su filosofía.

En ella Hume establece que la mente humana está poblada por estados de conciencia, a los que denomina percepciones.

Estas percepciones se dividen en impresiones e ideas. Las impresiones serán actos originarios en nuestro conocimiento, mediante los cuales conocemos cualidades de los objetos del mundo exterior (impresiones de sensación) o nuestros estados de conciencia (impresiones de reflexión)

Las ideas serán los residuos o huellas dejadas por las impresiones una vez que éstas han desaparecido. Se diferenciarán de las impresiones por el menor grado de vivacidad con el que son percibidas en nuestra mente.

Las ideas, concebidas por Hume como átomos psicológicos, deberán poder corresponderse con una impresión para tener valor de conocimiento y se asociarán entre sí de acuerdo a unas leyes psicológicas, que funcionan mecánicamente y que Hume organiza de la siguiente manera:

Ø Ley de la semejanza: las ideas semejantes tienden a asociarse. Si pensamos en un retrato nos acordamos de la persona retratada.
Ø ley de la contigüidad en el tiempo o en el espacio: las ideas que se encuentran próximas en el tiempo o en el espacio tienden a asociarse. Si pensamos en París, nos viene a la cabeza el río Sena.
Ø Ley de la causa y el efecto: cuando a una idea le sigue siempre otra tendemos a pensarlas como unidas por la ley de la causalidad. Si vemos humo tendemos a pensar en el fuego como su causa.

La influencia de Newton se observa claramente cuando Hume afirma que la fuerza de asociación y solidez es proporcional a la distancia o proximidad que haya entre tales ideas asociadas. Estos lazos del pensamiento vienen a configurar los principios de la ciencia de la naturaleza humana, ya que a través de ellos el ser humano se pone en relación con cualquier persona u objeto exterior a sí mismo.

De acuerdo con estas tesis, Hume analiza los discursos que pretenden ser científicos, con la finalidad de averiguar cuáles merecen realmente ese calificativo. Así distinguirá que, de acuerdo al tipo de juicios que configuran esos discursos, podemos encontrarnos dos tipos de ciencias: las formales, compuestas por juicios que Hume denomina “relaciones de ideas” y las empíricas, con juicios que Hume llama “cuestiones de hecho”. Las relaciones de ideas son juicios deductivos, en los que el predicado se obtiene por análisis del sujeto, por tanto, universales y necesarios, ya que la formulación del juicio contrario encerraría contradicción, y formulados a priori, es decir, no resulta preciso recurrir a la experiencia para comprobar si es o no verdadero. Son juicios estériles desde el punto de vista del conocimiento, ya que no nos aportan nada nuevo; a lo sumo, nos permiten conocer un poco mejor el sujeto.
Las cuestiones de hecho, por el contrario, son aquellos juicios de carácter sintético, basados en la experiencia, por lo que sólo pueden ser concretos y particulares, la formulación del juicio contrario es siempre perfectamente posible desde un punto de vista lógico y son proposiciones emitidas a posteriori, ya que es preciso recurrir a la experiencia, para comprobar si son o no verdaderos. Estos juicios sí aportan conocimientos nuevos, pero carecen del grado de certeza que nos ofrecen las relaciones de ideas.

A partir de estas determinaciones, Hume analizará aquellos juicios y conceptos que tradicionalmente han venido siendo el soporte del discurso científico, para averiguar hasta qué punto puede depositarse en ellos una confianza plena. Se trata de una labor crítica, que acabará poniendo en tela de juicio el valor de fundamentos tan importantes para la ciencia como el principio de causalidad o el concepto de sustancia.

La consecuencia de todo ello es que Hume acabe defendiendo un escepticismo epistemológico, si bien mitigado por el sentido común, pues el hombre precisa aferrarse a sus creencias para seguir llevando una vida digna. Igualmente, adoptará una postura fenomenista, ya que según sus tesis, sólo podrá certificarse el valor de aquellas ideas que puedan referirse a algún tipo de impresión, resultando ilegítimo todo intento de ir más allá de ellas. Por último, negará el más mínimo valor científico a la metafísica, en tanto que discurso que trata de desentrañar el ser de las cosas y llegar, así, a la realidad última y más verdadera. Esta pretensión resulta para Hume totalmente improcedente

Libros de David Hume

Historia amable de mi vida (1734) Biblioteca Nacional de Escocia
Una carta a un medico en la que se pide consejo acerca de la "Enfermedad de lo aprendido" que le aflige. En esta obra declara que a los dieciocho años de edad «pareció abrirse ante mí una nueva área del pensamiento..» que le hizo «abandonar otro placer u ocupación» y le condujo a la búsqueda de la erudición.

Tratado sobre la naturaleza humana: Un intento de introducir el método de razonamiento experimental en las cuestiones morales. (1739–1740)

Libro 1: "Del entendimiento" Tratado que comprende desde el origen de las ideas a su división.

Libro 2: "De las pasiones" Tratado de las emociones.

Libro 3: "De la moral" Ideas morales, justicia, obligaciones, benevolencia.
Hume esperó a ver si el Tratado alcanzaba el éxito, y de ser así lo completaría con libros dedicados a la política y a la crítica. Sin embargo, no lo logró, así que nunca lo completaría.

Resumen de un libro recientemente publicado: Titulado Tratado sobre la naturaleza humana (1740)
En ocasiones atribuido a Adam Smith, en la actualidad se cree que fue un intento de Hume de popularizar su Tratado.

Ensayos sobre moral y política (primera edición: 1741–1742)
Colección de ensayos escritos durante muchos años y publicados en varios volúmenes antes de ser reunidos en uno hacia el final de la vida de Hume. Estos ensayos pueden resultar confusos por la gran variedad de asuntos de los que tratan: cuestiones de juicio estético, la naturaleza del gobierno británico, el amor, el matrimonio, la poligamia o la demografía de las antiguas Grecia y Roma, por enumerar sólo unos pocos de los temas considerados. Sin embargo, hay temas recurrentes, como la cuestión de qué constituye el "refinamiento" en materias de gusto estético, educación y moral. Los ensayos están escritos imitando inequívocamente el estilo de Joseph Addison, a quién Hume leyó con avidez en su juventud.

Cartas de un caballero a su amigo de Edimburgo: Edimburgo (1745).

Investigación sobre el entendimiento humano (1748)
Contiene revisiones de los puntos principales del Tratado, Libro 1, con la adición de material sobre el libre albedrío, milagros, y el argumento del diseñador.

Investigación sobre los principios de la moral (1751)
Otra revisión de temas tratados en el Tratado con un enfoque más didáctico. Hume lo consideró el mejor de sus trabajos filosóficos, tanto por sus ideas filosóficas como por su estilo literario.

Discursos políticos Edimburgo (1752).
Incluido en Ensayos y Tratados de muchos asuntos (1753–1756) reimpreso en 1758–1777.
Cuatro disertaciones: Historia natural de la religión. De las pasiones. De la tragedia. Del criterio del gusto Londres (1757).
Incluido en Ensayos y Tratados de muchos asuntos.

Historia de Inglaterra (1754–1762)
Se puede considerar como una colección de libros en lugar de como un único trabajo. Es un trabajo monumental que comprende «desde la invasión de Julio César a la revolución de 1688». Esta obra le aportó a Hume casi toda la fama que se granjearía en vida, editándose más de un centenar de veces. Muchos la consideran "la" historia de Inglaterra hasta la publicación de la Historia de Inglaterra de Thomas Macaulay.

Historia natural de la religión (1757)

Mi vida (1776)
Escrita en abril, poco antes de morir, esta autobiografía fue realizada con la intención de incluirla en una nueva edición de Ensayos y tratados de muchos asuntos.

Diálogos sobre la religión natural (1779)
Publicada póstumamente por su sobrino, también llamado David Hume. Es una discusión entre tres personajes de ficción que esgrimen argumentos para probar la existencia de Dios, tratando con detenimiento el argumento del diseño. A pesar de una cierta controversia, la mayor parte de los estudiosos de Hume están de acuerdo en que la postura de Philo, el más escéptico de los tres, es la más cercana a la del propio Hume.

CONTEXTO HISTÓRICO-FILOSÓFICO

El filósofo escocés David Hume (1711-1776) desarrolla su obra durante el siglo XVIII, en el seno de la corriente empirista y llevando a la práctica los principios fundamentales que caracterizaban la Ilustración.Se trata de un siglo de recuperación económica y de explosión demográfica, una época de grandes transformaciones, que se aceleran sobre todo a partir de 1750.Es la época en la que Adam Smith elabora sus tesis liberalistas, en la que se inicia la revolución industrial con la invención por Watt de la máquina de vapor .Desde el punto de vista social, se agudiza la crítica a la sociedad estamental, que acabarán provocando la Revolución Francesa.Desde el punto de vista científico, Newton dará el impulso definitivo al desarrollo de la ciencia moderna.Hume, como filósofo empirista compartía con John Locke el rechazo del dogmatismo de quienes se empeñan en hacer un uso inapropiado de la razón para mostrar una seguridad absoluta en el conocimiento, sin tener en cuenta cómo piensan y actúan los seres humanos. Desde este posicionamiento, adoptará una actitud epistemológica que le abocará a una crítica radical de la metafísica y moral tradicionales y una defensa de la tolerancia fundamentada en la creencia y la probabilidad frente al dogmatismo.La finalidad de Hume coincide con los ideales de la Ilustración, que proclama la libertad, la tolerancia y la supresión de la superstición frente al fanatismo que habían alimentado las guerras y la intolerancia en Europa.

David Hume y su importancia para los filosofos posteriores

Hume destaca por ser uno de los máximos representantes de la Ilustración británica. Su pensamiento será, en consecuencia, eminentemente práctico. No en vano, su aspiración era llegar a ser “el Newton de las ciencias morales”. Sin embargo, al no lograr este objetivo, el filósofo escocés derivará hacia el escepticismo, convirtiéndose, junto a Locke, en uno de los fundadores del empirismo. Su crítica al racionalismo y a la metafísica entendida como ciencia ha ejercido una enorme influencia en toda la filosofía occidental. Y no se trata sólo de que despertara a Kant de su “sueño dogmático”. Por si esto fuera poco, sus ideas se han prolongado en filósofos como Russell o Popper, y la crítica al razonamiento inductivo ha jugado un importante papel en la filosofía de la ciencia. A la vez, el cuestionamiento del razonamiento causal que subyace a su filosofía y la crítica a ideas como la de sustancia o yo, han sido debatidas a lo largo de toda la historia de la filosofía. En el terreno moral criticó la falacia naturalista (el salto del “ser” al “deber ser”) y su emotivismo moral se ha convertido también en una constante del pensamiento anglosajón. Las aportaciones de este autor en temas como la historia, la religión o la política no han recibido la atención que debieran, debido probablemente a que estas ideas han sido eclipsadas por el empirismo. Pese a esto la crítica que plantea a la religión y su defensa de la necesidad de adoptar un enfoque histórico para comprender el origen y desarrollo de aspectos culturales, religiosos o políticos, recobrarían después una especial relevancia en todo el siglo XIX, tanto en los filósofos de la sospecha (Marx, Freud, Nietzsche) como en las corrientes historicistas.

jueves, 13 de octubre de 2011

La ética para David Hume

Hume trató la ética por primera vez en el segundo y tercer libro del Tratado de la naturaleza humana (1739). Muchos años después, extrajo y extrapoló las ideas allí propuestas en un ensayo más corto titulado Investigación sobre los principios de la moral (1751). La aproximación de Hume a los problemas morales es fundamentalmente empírica. En lugar de decir cómo debería de operar la moral, expone cómo realizamos los juicios morales. Tras proporcionar varios ejemplos llega a la conclusión de que la mayoría (si no todas) de las conductas que aprobamos tienen en común que buscan incrementar la utilidad y el bienestar público. Al contrario que el también empirista Thomas Hobbes, Hume declara que no sólo realizamos juicios morales teniendo en cuenta nuestro propio interés, sino también el de nuestros conciudadanos. Hume defiende esta teoría de la moral al asegurar que nunca podemos realizar juicios morales basándonos únicamente en la razón. Nuestra razón trata con hechos y extrae conclusiones a partir de ellos, pero no nos puede llevar a elegir una opción sobre otra; sólo los sentimientos pueden hacerlo. Este argumento contra la moral fundamentada en la razón forma parte hoy en día de los argumentos antirrealistas.

Por tanto, Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la posibilidad de una fundamentación racional de la ética. El objeto de la moral (pasiones, voliciones y acciones) no es susceptible de ese acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo falso. Si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en nosotros ante acciones susceptibles de lo que consideramos valoración moral. El análisis de este sentimiento revela que es una forma de placer o de "gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo rastro de austero moralismo o de mortificación del alma o del cuerpo, porque el fin de la moral es la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres posible.

Igualmente duro se muestra Hume ante el problema religioso. Menoscaba la pretensión de las pruebas de la existencia de Dios, y niega su existencia apelando al problema del mal en el mundo. La religión tiene su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de las causas de los eventos terribles de la naturaleza. En su libro Historia natural de la religión, defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas.

David Hume Spinoza Baruch

"Hume rompió definitivamente con la tradición metafísica occidental, que iba desde Heráclito hasta Leibnitz, e inició el movimiento que llevó a las modernas filosofías antimetafísicas.” (Hirschberger, 1982) Su empirismo fue la fuente de la que se alimentaron las futuras corrientes del psicologismo y el escepticismo.
David Hume nació en Edimburgo (Escocia), en 1711. Durante sus estudios se interesó especialmente por la Literatura y la Historia. Para estudiar Literatura y Filosofía, viajó a Francia. Allí escribió su Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en 1739, que no tuvo repercusión alguna. En 1751, reformando la primera parte del Tratado, publicó Investigación sobre el entendimiento humano; y al año siguiente, sobre la base a la tercera parte del Tratado, Investigación sobre los principios morales. Hume esperaba lograr fama como escritor, pero sus primeros escritos no causaron la menor impresión. No ocurrió lo mismo con sus Discursos políticos (1752). Sin embargo, a pesar de la repercusión de su obra, no logró ganar la Cátedra de Filosofía en Glasgow ni en Edimburgo, por ser considerado escéptico en asuntos religiosos. Siendo bibliotecario del Colegio de Abogados de Edimburgo (1753-1765), publicó por entregas una Historia de Inglaterra, que también tuvo una amplia repercusión pública, generando críticas, rechazos y abundantes ganancias. Entre 1763 y 1766 se instaló nuevamente en Francia, ahora en París, como secretario del embajador inglés en ese país. Allí trabó amistad con Rousseau, quien lo acompañó a su regreso a Inglaterra. Nuevamente en la isla, se desempeñó como subsecretario de Estado (1767-1768), regresando luego a Edimburgo, donde falleció de cáncer en el año 1776. Fueron publicadas como obras póstumas su Autobiografía (1777) y sus Diálogos sobre la Religión Natural (1779), escrito en 1752.
Hume se propuso investigar el ámbito moral humano mediante la observación y la experimentación, tal como lo hiciera Newton con el mundo físico. Ello lo llevó a oponerse a la Metafísica Tradicional, a la que no le reconocía carácter científico y le reprochaba ser el fruto de la vanidad humana —la cual pretendió llegar a conocer objetos que le son imposibles de alcanzar— o, peor aún, de la superstición que domina al hombre mediante miedos y prejuicios religiosos.
Sostenía que el conocimiento no se apoya en verdades innatas sino en afirmaciones basadas en creencias, suposiciones o costumbres sobre el mundo. “No es la razón la gruía de la vida, sino la costumbre.”
Los elementos básicos con los que opera la mente son las percepciones. Éstas pueden ser impresiones (sensaciones y sentimientos —por ejemplo, ver o desear—), más intensas; o ideas (recuerdos, imaginación), más débiles. Las ideas son copias de las impresiones. Por eso para averiguar el valor y el significado de una idea, debemos remontarnos a la impresión que le da origen.
La mente tiende naturalmente a asociar ideas y genera, de este modo, ideas complejas. Las ideas se asocian según las Leyes de Semejanza, de Contigüidad y de Causalidad.
Por su relevancia para la Filosofía, Hume se detiene a analizar una idea en particular, la idea de sustancia. Se trata sin dudas de una idea compleja que no corresponde a ninguna impresión particular sino al acto por el que la imaginación une un conjunto de ideas simples atribuyéndolas a algo desconocido, no percibido en modo alguno, como a su soporte.
La mente expresa la verdad a través de proposiciones que pueden referirse a relaciones de ideas o a cuestiones de hecho. Las primeras son necesarias (analíticas, dirá Kant) y su verdad, que depende de las ideas mismas, se conoce por intuición o demostración. Es el caso de la Matemática y la Lógica. Las segundas, en cambio, son contingentes y su verdad depende de la observación de los hechos o de la inferencia inductiva a partir de ellos. Justamente la inferencia, para conducirnos más allá de lo observado, recurre al Principio de Causalidad. Pero como todo lo que se afirma en base a este principio puede no suceder (es contingente), el conocimiento al que accedemos por la inferencia inductiva no llega nunca a ser demostrativo. “Lo contrario de cualquier materia de hecho es todavía posible, porque nunca implica contradicción. Que el sol no salga mañana es una proposición ni menos inteligible ni con más contradicción que la afirmación de que saldrá.”
Hume, habiendo sometido a crítica el concepto de substancia, ahora fijaba su atención en el de causalidad. Y descubrió que, detrás de la idea de causa no hay ninguna impresión más que la repetida contigüidad entre dos fenómenos a los que, por ese motivo, entendemos como relacionados causalmente. A esto hay que agregar que entendemos la relación causal entre estos fenómenos como una relación constante, como si fuese necesaria. Pero la verdad es que, cuando afirmamos una relación de este tipo, no lo hacemos basados en ninguna impresión sensible correspondiente sino en la mera costumbre, generada por la repetición de observaciones similares. La supuesta relación necesaria que une al efecto con su causa no es sino un contenido de conciencia. No podemos afirmar que las cosas en sí mismas se relacionan causalmente. Al predecir que tal causa generará determinado efecto lo hacemos sobre la suposición de que en la Naturaleza todo ocurre uniformemente y que lo que hemos observado en ocasiones anteriores ocurrirá de un modo semejante en el futuro, pero esto no deja de ser una suposición. “El efecto es totalmente diferente de la causa y, consiguientemente, jamás podrá ser descubierto en aquella; el movimiento de la segunda bola de billar es cabalmente distinto del movimiento de la primera; ni hay aquí nada en uno de ellos que envuelva la más mínima referencia al otro.” Esta crítica de la causalidad no recae sólo sobre la filosofía clásica, incluída la cartesiana, sino que se proyecta también sobre la propia física newtoniana. La Física, que se basa en la observación, al operar con el Principio de Causalidad no hace pie sino en la mera costumbre.
De todos modos, Hume reconocía que las afirmaciones referidas a cuestiones de hecho pueden adquirir un grado de seguridad mayor en la medida en que se basen en observaciones numerosas, regulares y uniformes. Así, sin llegar a ser demostraciones (como en el campo de las ideas), pueden constituirse en "probabilidades" (relaciones variables) o en "pruebas" (relaciones constantes), de las que no es razonable dudar.
Respecto de la Moral, Hume se oponía a quienes sostenían que su fundamento es la religión. Él afirma que su origen se encuentra en el deseo de hacer más agradable la vida. Quien obra moralmente lo hace porque espera que ello le genere satisfacción. Pero el hombre no se queda en el mero egoísmo sino que, movido por su capacidad de compadecerse del otro, disfruta con él o sufre con él. Allí tenemos las bases de las que la moral se nutre: bueno es lo útil, lo que satisface y produce placer, y malo es lo que desagrada y genera dolor. El supremo bien moral es la benevolencia, entendida como interés generoso por el bienestar general."
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